23 de agosto de 2011
¿Educación para el progreso o educación para el desarrollo?
Uno de los problemas vigentes, que hoy tensiona a la mayoría de los ciudadanos y que genera debate en la opinión pública, se relaciona con las demandas estudiantiles y sociales al Sistema Educacional. Con la idea de ampliar dicho debate, es necesario analizar diversas visiones que contribuyan a resolver las grandes aspiraciones de la sociedad civil en relación con la calidad y equidad de la Educación.
Últimamente, en las movilizaciones estudiantiles y el debate público, convergen legítimas expectativas estudiantiles, reivindicaciones gremiales y necesidades sociales, cuyo consenso principal se concentra en la búsqueda de la calidad, el asumir la educación como un derecho, la eliminación del lucro, el aumento de la responsabilidad del Estado en el financiamiento de la educación y la consecuente desmunicipalización. Este sentir, que aparentemente logra un consenso político y social, aún no se expresa en propuestas que definan claramente metas e indicadores observables y un itinerario claro de implementación, que concite credibilidad entre quienes administran el Estado y quienes se movilizan y reclaman un cambio.
Esto podría constituir la caracterización general de la actual coyuntura, la que prácticamente mantiene a la Educación inmovilizada.
Una cuestión más estructural, aún no incorporada suficientemente en el debate y en las demandas, se relaciona con los fines de la educación. Qué tipo de personas se quiere formar y para qué tipo de sociedad. Cuál es la antropología-filosófica, la noción de la cultura que está involucrada en la visión predominante de la educación, dónde está el sentido más profundo de la pluralidad educativa y qué acciones deberían evidenciar el ejercicio democrático de los derechos en Educación. Aún no está suficientemente expresada la voluntad de una sociedad civil y un Estado que sean capaces de comprometerse, no tan sólo coyunturalmente con las necesidades inmediatas de ajustes del sistema educativo, sino que estratégicamente con la formación de las nuevas generaciones que asuman el desafío de conformar una sociedad más justa y solidaria.
En lo más profundo del problema lo que está en juego es dilucidar al servicio de qué modelo social y cultural está el concepto de educación implícito en el debate.
Dicho de una manera idealista, la pregunta podría ser: cuál es la alternativa vigente en el debate público y cuál es la alternativa posible en un debate aún no suficientemente explícito.
Una caracterización esquemática del enfoque que subyace a la contingencia, puede ser la siguiente:
Educación al servicio del progreso:
El progreso se caracteriza por ser: material, tangible, basado en la producción y disponibilidad de bienes y servicio, los que están expuestos a supuestas regulaciones del mercado. Tiene relación con disponibilidad de bienes y de consumo.
La educación para funcionalizarse, con este concepto de progreso imperante, se tensiona en torno al desarrollo de competencias productivas. Las expectativas y aspiraciones sociales se orientan, principalmente, hacia el logro de perfiles de desempeño eficaces para la producción.
Se educa y forma para una empleabilidad productiva.
La calidad se mide según los resultados de la aplicación de pruebas estandarizadas y los criterios aplicados en dicha mediciones están definidos casi exclusivamente en el dominio de contenidos.
Para valorar la calidad se tiende a aplicar parámetros de comparación internacionales. La evaluación de resultados está en función de estándares de países desarrollados cuyos sistemas educacionales funcionan con niveles muy superiores de financiamiento y demuestran niveles muy menores de desagregación social en el acceso a la educación. Es decir, se pretende comparar un cierto exitismo academicista con resultados obtenidos en sistemas de mejor calidad y más equitativos.
La educación se transforma de esta manera en un bien de consumo y en un factor de alta expectativa de movilidad social. Se justifican todos los esfuerzos posibles de financiamiento ya que se presume que el logro educativo garantiza el acceso al consumo. Las familias, el Estado, los créditos privados, el endeudamiento de los estudiantes, las becas, terminan siendo sistemas de financiamiento directo o indirecto de dicha educación. Alguien de alguna manera debe financiar dicho bien. Lo que debería ser un servicio intangible, asumido como un derecho inalienable de los ciudadanos, termina siendo un bien tangible, que se debe financiar desde el mercado, el cual supuestamente tiene mecanismos que regulan adecuadamente la asignación de los recursos necesarios para su financiamiento.
En términos sociológicos los fines de la educación, se definen sobre la base de un concepto de sociedad pragmática, basada en el consumo.
La visión de la realidad es deductiva, hiperespecializada, basada en la realización de tareas y en el cumplimiento de desempeños específicos. La visión del conocimiento que se transfiere es funcional, positivista y fragmentado.
En este concepto de educación, moderna y clásica, pierden valor los activos intangibles de la educación, tales como: la filosofía, la historia, la estética, incluyendo la pérdida de importancia de expresiones del arte e intelecto humano, tales como la poesía, el teatro, la música, el deporte, la literatura, y otras manifestaciones del espíritu y la convivencia social, tales como: la educación cívica, la ecología, el ocio activo, el pensamiento divergente, la gestión del conocimiento, entre otras expresiones de la inteligencia humana.
Las consecuencias de esta visión, moderna y positivista de la educación, entre otras, son:
o Individualismo.
o Pragmatismo.
o Materialismo.
o Competitividad.
o Emprendimiento orientado a metas de mercado.
o Consecuencias ecológicas.
o Fragmentación del conocimiento.
o Brecha cultural, social y económica.
Cuál puede ser una alternativa posible:
Educación para promover el desarrollo:
El desarrollo es individual, social y cultural. Reconoce las singularidades y diversidades humanas. Se expresa a nivel de las personas, las agrupaciones sociales y se escala a nivel de la cultura global.
Significa que el Sistema Educativo debe ser capaz de incorporar y desarrollar todas las expresiones y creaciones de las personas singulares y dar cuenta de la conformación de las identidades culturales.
Que la educación esté al servicio de la cultura, contiene una profunda connotación epistemológica y social expresada en el desarrollo del conocimiento científico, tecnológico, histórico, estético, ético y moral.
Se preocupa de formar personas íntegras, capaces de vivir las dimensiones concretas y espirituales de la convivencia humana.
La educación así entendida se asume como un valor intangible, que se reconoce como un derecho social y constitucional.
Constituye un sistema supramercado, que se coloca en función de objetivos estratégicos de desarrollo, tales como: la formación de personas humanas que se proyectan como individuos y como miembros solidarios co-responsables de sus creaciones; la explotación racional y sustentable de los recursos renovables y no renovables; el respeto por el entorno y la promoción del equilibrio ecológico; la producción responsable y solidaria basada en una distribución progresiva y solidaria del ingreso.
Se sustenta en la aplicación de una noción de Estado Solidario, que es distinto a la concepción de un rol paternalista y subsidiario del Estado.
La Educación es el compromiso explícito de las generaciones ya formadas, que disponen de capital intelectual y productivo, con las nuevas generaciones que demandan una transferencia generosa de activos e intangibles sociales y culturales.
La Educación para promover el desarrollo de las personas, en su dimensión individual, social y global, contiene una visión integradora, holística e interdisciplinaria de la realidad.
Es capaz de vincular el capital intelectual, que es individual, con el desarrollo de un proceso generoso de economía del conocimiento que produce capital social, que es conocimiento colaborativo.
Las consecuencias de esta visión, de educación para promover el desarrollo, entre otras, pueden ser:
o Formar personas humanas integrales, preocupadas de su desarrollo social, cultural y espiritual.
o Con una visión solidaria y una dimensión vivida de la singularidad de su propia cultura, la cual llega a ser capaz de escalar a nivel global.
o Responsables de una economía sustentable.
o Personas con una visión integradora acerca de la complejidad de la realidad.
o Con una noción acerca del conocimiento entendido como una economía de los saberes.
o Desarrollar la equidad sustentada en el acceso progresivo y distributivo de la educación, ejercida como derecho.
o Aspirar a un incremento sostenido de la calidad, basada en una formación integral de personas humanas, que sea el resultado de una comprensión completa y compleja de la realidad y en un producto individual y social, que promueva conocimientos teóricos y prácticos, competencias científicas y tecnológicas, habilidades deportivas y expresiones artísticas, desempeños éticos y morales, cívicos y culturales.
La reflexión más idealista pareciera ser que estamos enfrentados a la necesidad de repensar la educación y la sociedad en que vivimos, para intentar hacerla más humana, equitativa, justa y solidaria.
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