La violencia está presente en el diario vivir, es casi antropológica. El hombre posee una vocación violenta, la que es contenida por la capacidad inteligente de regular las pasiones, la organización de la sociedad que contribuye con las regulaciones para la convivencia cotidiana y la cultura que nos conforma el articulado moral y ético del proyecto de vida que orienta a las agrupaciones humanas. En ocasiones, la violencia acompaña como un potencial latente nuestras interacciones circulando en nuestro entorno como un elemento invisible que puede precipitar ante cualquier gatillador inesperado.
Los actos violentos representan relaciones de poder entre quienes desean ejercer dominación y quienes terminan siendo dominados. Algunas de sus expresiones más visibles son la opresión, el autoritarismo, la discriminación, la violencia física y sicológica, la violencia intrafamiliar, la persecución laboral. Existen distintas formas de violencia en el mundo: guerras, asesinatos, torturas, desapariciones, para las cuales se han buscado diferentes formas de neutralizarlas, emprendimiento inacabado de la especia humana. Pero ahora también existe la violencia escolar, el bullying escolar entre estudiantes, fenómeno que no es nuevo, pero, frente al cual nuestra sociedad no ha encontrado aún caminos eficientes de solución.
Un ejemplo claro y latente es lo que sucede en las salas de clases y en los espacios de los establecimientos educacionales. Diariamente se ven niños y jóvenes conviviendo en un clima violento, donde en muchos casos se convierten en víctimas de las agresiones.
Exploremos cuales pueden ser las razones por la que este tipo de violencia se agudiza en nuestras aulas. ¿Qué es el bullying escolar?
Muchos son los mitos que existen hoy para comprender la complejidad de este fenómeno social. La tendencia es enfrentar esta problemática con conceptos preestablecidos, que nos impiden ver las causas verdaderas, visualizar la mejor manera de abordar la situación o encontrar claramente la solución. El bullying hace referencia a un grupo de personas que se dedican al asedio, persecución y agresión de alguien, o bien a una persona que atormenta, hostiga o molesta a otra.
Las características son variadas, pueden ser ataques o intimidaciones físicas, verbales o psicológicas, destinadas a causar miedo, dolor o daño a la víctima. Se constituye por medio del abuso de poder, del más fuerte hacia al más débil, con evidente ausencia de provocación por parte de la víctima. En las escuelas tiende a expresarse en repetidos incidentes entre los mismos niños o jóvenes durante un tiempo largo y sostenido.
Hoy existe una gran contención institucionalizada de las energías propias de los estudiantes. Es posible que la violencia se manifieste por la inexistencia de un cauce pedagógico en el aula. Diariamente se aplican metodologías que lejos de estimular a niños y jóvenes, inmovilizan sus energías y simplemente los estudiantes se aburren dentro de las escuelas. La escuela les ofrece estudios teóricos o prácticos, evaluaciones y calificaciones que operan como presión personal, institucional y social, generalmente espacios libres pequeños en relación con la población escolar y, lo que parece más grave, una interpelación del sistema educativo a una excelencia académica que se mide exclusivamente a través de pruebas estandarizadas. Sin ninguna duda falta una propuesta pedagógica que compatibilice la cultura escolar con la cultura infantil y juvenil. Se requiere organizar espacios vitales (self-space), para que de manera fluida y natural, los niños y jóvenes copen dichos espacios y los sientan como propios, jueguen distendidos, se distraigan sanamente, manifiesten sus expresiones del arte, sus juegos propios y acordes a su edad, cultiven la música, los deportes, el aire libre y la naturaleza y la sana entretención. Enseñarles que la contemplación, el uso y preservación de los espacios naturales y físicos son propios del ser humano y que deben ser respetados por todos quienes convivimos diariamente.
Los directivos, los profesores de aula, los adultos, los padres y apoderados, necesitamos desarrollar una ética del convivir, asumiendo que la otra persona humana es nosotros mismos expresados en la convivencia amistosa de la cotidianidad. Necesitamos asumir una vocación hacia una cultura pacífica y proactiva, que promueve la tolerancia y el amor al prójimo (próximo, cercano).
Hoy la tendencia es enseñar conceptos y materias, reprimiendo los espacios creativos y la oferta didáctica y metodológica que en sí, debería poseer una riqueza que se manifiesta en la diversidad de la oferta hacia los niños y jóvenes que deberían aprender a convivir en escuelas entretenidas y estimulantes, que les ofrecen aprendizajes para ser competentes, pero también, para la vida en sociedad, para el cultivo sublime de las expresiones del espíritu, para la contemplación de los dones regalados en la naturaleza y el entorno, para valorar la dignidad de los otros en la propia dignidad de cada uno que convive haciendo suyo a los otros.
Dejemos de pensar que la tendencia hacia un incremento de la violencia en los establecimientos escolares es sólo un problema de los profesores. No nos convirtamos como la mayoría en espectadores ajenos al fenómeno de la violencia. Debemos asumirla como un desafío presente en todos nuestros espacios, en el hogar, en los microbuses, cuando conducimos, cuando increpamos, cuando no respetamos el entorno, cuando vociferamos…ya que, probablemente, nuestros hijos aprendan a ser violentos, agresivos, increpadores, vociferantes, carentes de respeto por las demás personas y el entorno.
Dejemos de creer que podemos continuar siendo personas y profesionales de la educación que no siendo víctimas ni agresores permanecen como simples espectadores de los actos violentos, sin hacer nada.
Debemos impulsar una convivencia social y una cultura escolar que incorpore dentro de sí misma la cultura infantil y juvenil, dándole cauce a las necesidades y expectativas de los estudiantes, permitiendo a ellos ejerzan crecientemente sus cuotas de libertad de manera consciente. Que copen sus espacios con sus temas, su música, sus deportes y sus juegos. Nadie puede ejercer la libertad en la vida diaria, aprendiendo a respetar la de los otros, si no se les permite aprender a cómo vivirla.
El bullying es un problema pedagógico, ético y moral que nos involucra a todos.
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Los actos violentos representan relaciones de poder entre quienes desean ejercer dominación y quienes terminan siendo dominados. Algunas de sus expresiones más visibles son la opresión, el autoritarismo, la discriminación, la violencia física y sicológica, la violencia intrafamiliar, la persecución laboral. Existen distintas formas de violencia en el mundo: guerras, asesinatos, torturas, desapariciones, para las cuales se han buscado diferentes formas de neutralizarlas, emprendimiento inacabado de la especia humana. Pero ahora también existe la violencia escolar, el bullying escolar entre estudiantes, fenómeno que no es nuevo, pero, frente al cual nuestra sociedad no ha encontrado aún caminos eficientes de solución.
Un ejemplo claro y latente es lo que sucede en las salas de clases y en los espacios de los establecimientos educacionales. Diariamente se ven niños y jóvenes conviviendo en un clima violento, donde en muchos casos se convierten en víctimas de las agresiones.
Exploremos cuales pueden ser las razones por la que este tipo de violencia se agudiza en nuestras aulas. ¿Qué es el bullying escolar?
Muchos son los mitos que existen hoy para comprender la complejidad de este fenómeno social. La tendencia es enfrentar esta problemática con conceptos preestablecidos, que nos impiden ver las causas verdaderas, visualizar la mejor manera de abordar la situación o encontrar claramente la solución. El bullying hace referencia a un grupo de personas que se dedican al asedio, persecución y agresión de alguien, o bien a una persona que atormenta, hostiga o molesta a otra.
Las características son variadas, pueden ser ataques o intimidaciones físicas, verbales o psicológicas, destinadas a causar miedo, dolor o daño a la víctima. Se constituye por medio del abuso de poder, del más fuerte hacia al más débil, con evidente ausencia de provocación por parte de la víctima. En las escuelas tiende a expresarse en repetidos incidentes entre los mismos niños o jóvenes durante un tiempo largo y sostenido.
Hoy existe una gran contención institucionalizada de las energías propias de los estudiantes. Es posible que la violencia se manifieste por la inexistencia de un cauce pedagógico en el aula. Diariamente se aplican metodologías que lejos de estimular a niños y jóvenes, inmovilizan sus energías y simplemente los estudiantes se aburren dentro de las escuelas. La escuela les ofrece estudios teóricos o prácticos, evaluaciones y calificaciones que operan como presión personal, institucional y social, generalmente espacios libres pequeños en relación con la población escolar y, lo que parece más grave, una interpelación del sistema educativo a una excelencia académica que se mide exclusivamente a través de pruebas estandarizadas. Sin ninguna duda falta una propuesta pedagógica que compatibilice la cultura escolar con la cultura infantil y juvenil. Se requiere organizar espacios vitales (self-space), para que de manera fluida y natural, los niños y jóvenes copen dichos espacios y los sientan como propios, jueguen distendidos, se distraigan sanamente, manifiesten sus expresiones del arte, sus juegos propios y acordes a su edad, cultiven la música, los deportes, el aire libre y la naturaleza y la sana entretención. Enseñarles que la contemplación, el uso y preservación de los espacios naturales y físicos son propios del ser humano y que deben ser respetados por todos quienes convivimos diariamente.
Los directivos, los profesores de aula, los adultos, los padres y apoderados, necesitamos desarrollar una ética del convivir, asumiendo que la otra persona humana es nosotros mismos expresados en la convivencia amistosa de la cotidianidad. Necesitamos asumir una vocación hacia una cultura pacífica y proactiva, que promueve la tolerancia y el amor al prójimo (próximo, cercano).
Hoy la tendencia es enseñar conceptos y materias, reprimiendo los espacios creativos y la oferta didáctica y metodológica que en sí, debería poseer una riqueza que se manifiesta en la diversidad de la oferta hacia los niños y jóvenes que deberían aprender a convivir en escuelas entretenidas y estimulantes, que les ofrecen aprendizajes para ser competentes, pero también, para la vida en sociedad, para el cultivo sublime de las expresiones del espíritu, para la contemplación de los dones regalados en la naturaleza y el entorno, para valorar la dignidad de los otros en la propia dignidad de cada uno que convive haciendo suyo a los otros.
Dejemos de pensar que la tendencia hacia un incremento de la violencia en los establecimientos escolares es sólo un problema de los profesores. No nos convirtamos como la mayoría en espectadores ajenos al fenómeno de la violencia. Debemos asumirla como un desafío presente en todos nuestros espacios, en el hogar, en los microbuses, cuando conducimos, cuando increpamos, cuando no respetamos el entorno, cuando vociferamos…ya que, probablemente, nuestros hijos aprendan a ser violentos, agresivos, increpadores, vociferantes, carentes de respeto por las demás personas y el entorno.
Dejemos de creer que podemos continuar siendo personas y profesionales de la educación que no siendo víctimas ni agresores permanecen como simples espectadores de los actos violentos, sin hacer nada.
Debemos impulsar una convivencia social y una cultura escolar que incorpore dentro de sí misma la cultura infantil y juvenil, dándole cauce a las necesidades y expectativas de los estudiantes, permitiendo a ellos ejerzan crecientemente sus cuotas de libertad de manera consciente. Que copen sus espacios con sus temas, su música, sus deportes y sus juegos. Nadie puede ejercer la libertad en la vida diaria, aprendiendo a respetar la de los otros, si no se les permite aprender a cómo vivirla.
El bullying es un problema pedagógico, ético y moral que nos involucra a todos.
También lo pueden leer en:
http://www.ucsc.cl/blogs-academicos/bullying-escolar-una-mirada-pedagogica-y-etica-del-problema/
Dr. Marcelo Careaga Butter
mcareaga@ucsc.cl
Mg. (c) Carolina Fuentes Henríquez
cfuentes@iegc.cl
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