CC14 (10.05.2016)
AUDICIONES
Estaba sentado en
el retrete siempre pensativo con la mirada perdida tan absorto y serio como el
Pensador de Rodin que originalmente fue poeta
Siempre estaba con
la mirada perdida en lo que él llamaba sus meditaciones trascendentales
especulativas existenciales casi metafísicas y kantianas
Se regalaba esos
momentos en los que ni siquiera leía como lo hacen el común de las gentes
De hecho se apilaban
los periódicos dominicales quedando envueltos en sus bolsas plásticas y las
revistas del vino se avinagraban sin ser leídas porque prefería pensar aunque
esto fuese estático casi perdidamente contemplativo y muchas veces inquietante
e inoficioso
Repentinamente
tomó plena consciencia que sentía por primera vez ese pitito intenso y molesto
que le comenzó a carcomer persistentemente el cerebro desde el oído izquierdo
Nunca lo había
escuchado y recordó que un colega le había hablado del tinnitus
Buscó en la web y
notó que hablaban de esos acúfenos perceptivos que consisten en notar golpes o
sonidos en el oído que no proceden de ninguna fuente externa
Y reverberaron los
conceptos difuminados por el ciberespacio como soplos rugidos zumbidos
sibilancias murmullos silbidos y todo tipo de alegorías molestas que al final
terminan carcomiendo todos los días y desgastando el espíritu de los impávidos
Nunca había
pensado acerca de oír algo conscientemente ya que se había acostumbrado desde
siempre a escuchar la cotidianidad de las cosas de la vida
Ni siquiera cuando
se estremecía escuchando el Réquiem de Mozart que le había insuflado las
energías y las emociones necesarias para salvar dos tesis
Entonces en una
desesperada necesidad de oír y no escuchar recordó cuando era enrollado en una
ola que le devoraba escuchó la voz de la muerte y como sólo la escuchó y no
pudo oír el llamado del alma fue escupido por un manojo de espuma enojada que
le condenó a continuar viviendo su vida sin oír conscientemente
Y comenzaron a
aglutinarse los recuerdos de lo escuchado sin ser oído que pena
Recordó el llanto
irremediable y misterioso de la hija que durante noches enteras hablaba sin ser
oída por la notable incapacidad de interpretar adecuadamente su lenguaje que
imploraba fútil y cándido sus hambres e incomodidades
Recordó el llamado
lejano de la abuela agonizante que escuchó a kilómetros sin oírlo hasta saber
que le llamó por horas preguntando por él hasta el final
Cuando supo que él
se había asfixiado por horas sin saber la causa hasta que las horas coincidieron
con la agonía asfixiante de la abuela comprendió que la había escuchado lejana
sin lograr oírla cercana en su llamado amorosamente moribundo hasta el final
Sólo escuchaba
pero no oía
Cuando niño como a
todos los niños que viven cerca del mar le gustaba escuchar el sonido del mar
en las conchas marinas pero ahora con el zumbido aquel comprendió que sólo fue
capaz de escuchar el sonido del mar y nunca oyó el trinar de los delfines ni el
clamor de las ballenas ni el ruido del baile de los cardúmenes ni el estruendo
del zarpazo de los tiburones ni el baile cadencioso de los caballitos de mar ni
el tango interminable de las algas
Sólo escuchaba
pero no oía era espantoso
Escuchó el sonido
de los automóviles pero nunca oyó al infeliz que arremetió con su pequeña
camioneta y lo voló de la motocicleta para quedar tendido en la calle con el
fémur destrozado ella esquinzada y las gentes robándoles los relojes y los
cascos
Sólo escuchaba
pero no oía era espantoso que perdida más triste
Un día comenzó a
toser y toser frecuentemente por horas por días por semanas y el médico escuchó
su corazón pero no oyó adecuadamente sus pulmones hasta que fue regresado a su
casa desde el hospital para morir escupiendo sangres azulosas
Sólo escuchaba
pero no oía era espantoso que perdida más triste que miseria
Entonces en una inédita
lucha permanente con el pitito que escuchaba desde su oído izquierdo y que le taladraba
el cerebro comenzó a reconocer sonidos nuevos que nunca había oído
Fueron audiciones
sensibles y casi imperceptibles que nadie oía
Oyó el crepitar de
las hojas amarillas y rojizas cuando se estrellaban y deshacían al romperse
contra el suelo de otoño
Oyó el latido de
los corazones heridos por la ira de los amantes furtivos que huían hacia
tierras perdidas
Oyó el batir de
las alas de los colibríes y su sorber de los néctares de primavera
Oyó la apertura de
las libélulas y de las hojas de las higueras cuando se rompen hirientes para
permitir nuevas vidas
Oyó el roncar de
los dormilones cuando exhalan silenciosamente sus desgarrados silbidos y ruidos
solitarios
Oyó el aire entre
las hojas de los árboles cuando no hay vientos y las calmas silban la placitud
de los quietos
Oyó la vibración
de la energía de los cables la que nunca advirtió cuando iluminaba sus rincones
Comenzó a oír los
gritos de libertad el dolor de las parturientas el lamento de los mendigos los
consejos de las madres las plegarias de las viudas los llantos de los velorios
los gritos de los rockeros las prédicas de los clérigos en las iglesias y de
los pastores en las calles los suspiros de los enamorados y las últimas
exhalaciones de los moribundos cuando se van en silencio
Comenzó a oír el
latir de su propio corazón tomando una nauseabunda conciencia de estar vivo sin
haber oído hasta ahora su propia vida
Desde ese momento
escuchó por siempre el pitito de su odio izquierdo que le penetró
insistentemente el cerebro y aprendió a oír eternamente el ruido de su propia
alma aunque le diera miedo porque podría engullirlo una ola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario