11 de mayo de 2016

CUENTO CORTO 14: AUDICIONES

CC14 (10.05.2016)
AUDICIONES

Estaba sentado en el retrete siempre pensativo con la mirada perdida tan absorto y serio como el Pensador de Rodin que originalmente fue poeta

Siempre estaba con la mirada perdida en lo que él llamaba sus meditaciones trascendentales especulativas existenciales casi metafísicas y kantianas

Se regalaba esos momentos en los que ni siquiera leía como lo hacen el común de las gentes

De hecho se apilaban los periódicos dominicales quedando envueltos en sus bolsas plásticas y las revistas del vino se avinagraban sin ser leídas porque prefería pensar aunque esto fuese estático casi perdidamente contemplativo y muchas veces inquietante e inoficioso

Repentinamente tomó plena consciencia que sentía por primera vez ese pitito intenso y molesto que le comenzó a carcomer persistentemente el cerebro desde el oído izquierdo

Nunca lo había escuchado y recordó que un colega le había hablado del tinnitus

Buscó en la web y notó que hablaban de esos acúfenos perceptivos que consisten en notar golpes o sonidos en el oído que no proceden de ninguna fuente externa

Y reverberaron los conceptos difuminados por el ciberespacio como soplos rugidos zumbidos sibilancias murmullos silbidos y todo tipo de alegorías molestas que al final terminan carcomiendo todos los días y desgastando el espíritu de los impávidos

Nunca había pensado acerca de oír algo conscientemente ya que se había acostumbrado desde siempre a escuchar la cotidianidad de las cosas de la vida

Ni siquiera cuando se estremecía escuchando el Réquiem de Mozart que le había insuflado las energías y las emociones necesarias para salvar dos tesis

Entonces en una desesperada necesidad de oír y no escuchar recordó cuando era enrollado en una ola que le devoraba escuchó la voz de la muerte y como sólo la escuchó y no pudo oír el llamado del alma fue escupido por un manojo de espuma enojada que le condenó a continuar viviendo su vida sin oír conscientemente

Y comenzaron a aglutinarse los recuerdos de lo escuchado sin ser oído que pena

Recordó el llanto irremediable y misterioso de la hija que durante noches enteras hablaba sin ser oída por la notable incapacidad de interpretar adecuadamente su lenguaje que imploraba fútil y cándido sus hambres e incomodidades

Recordó el llamado lejano de la abuela agonizante que escuchó a kilómetros sin oírlo hasta saber que le llamó por horas preguntando por él hasta el final

Cuando supo que él se había asfixiado por horas sin saber la causa hasta que las horas coincidieron con la agonía asfixiante de la abuela comprendió que la había escuchado lejana sin lograr oírla cercana en su llamado amorosamente moribundo hasta el final

Sólo escuchaba pero no oía

Cuando niño como a todos los niños que viven cerca del mar le gustaba escuchar el sonido del mar en las conchas marinas pero ahora con el zumbido aquel comprendió que sólo fue capaz de escuchar el sonido del mar y nunca oyó el trinar de los delfines ni el clamor de las ballenas ni el ruido del baile de los cardúmenes ni el estruendo del zarpazo de los tiburones ni el baile cadencioso de los caballitos de mar ni el tango interminable de las algas

Sólo escuchaba pero no oía era espantoso

Escuchó el sonido de los automóviles pero nunca oyó al infeliz que arremetió con su pequeña camioneta y lo voló de la motocicleta para quedar tendido en la calle con el fémur destrozado ella esquinzada y las gentes robándoles los relojes y los cascos

Sólo escuchaba pero no oía era espantoso que perdida más triste

Un día comenzó a toser y toser frecuentemente por horas por días por semanas y el médico escuchó su corazón pero no oyó adecuadamente sus pulmones hasta que fue regresado a su casa desde el hospital para morir escupiendo sangres azulosas

Sólo escuchaba pero no oía era espantoso que perdida más triste que miseria

Entonces en una inédita lucha permanente con el pitito que escuchaba desde su oído izquierdo y que le taladraba el cerebro comenzó a reconocer sonidos nuevos que nunca había oído

Fueron audiciones sensibles y casi imperceptibles que nadie oía

Oyó el crepitar de las hojas amarillas y rojizas cuando se estrellaban y deshacían al romperse contra el suelo de otoño

Oyó el latido de los corazones heridos por la ira de los amantes furtivos que huían hacia tierras perdidas

Oyó el batir de las alas de los colibríes y su sorber de los néctares de primavera

Oyó la apertura de las libélulas y de las hojas de las higueras cuando se rompen hirientes para permitir nuevas vidas

Oyó el roncar de los dormilones cuando exhalan silenciosamente sus desgarrados silbidos y ruidos solitarios

Oyó el aire entre las hojas de los árboles cuando no hay vientos y las calmas silban la placitud de los quietos

Oyó la vibración de la energía de los cables la que nunca advirtió cuando iluminaba sus rincones

Comenzó a oír los gritos de libertad el dolor de las parturientas el lamento de los mendigos los consejos de las madres las plegarias de las viudas los llantos de los velorios los gritos de los rockeros las prédicas de los clérigos en las iglesias y de los pastores en las calles los suspiros de los enamorados y las últimas exhalaciones de los moribundos cuando se van en silencio

Comenzó a oír el latir de su propio corazón tomando una nauseabunda conciencia de estar vivo sin haber oído hasta ahora su propia vida

Desde ese momento escuchó por siempre el pitito de su odio izquierdo que le penetró insistentemente el cerebro y aprendió a oír eternamente el ruido de su propia alma aunque le diera miedo porque podría engullirlo una ola.


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