4 de abril de 2017

Pirámide de Necesidades para el Ciudadano Digital (Careaga & Carrasco, 2017)


La nueva Pirámide de Necesidades para el Ciudadano Digital: una propuesta para el análisis

Para diseñar la propuesta de esta nueva Pirámide de Necesidades para el Ciudadano Digital, nos pareció interesante contrastarla con la conocida Pirámide de Necesidades de Maslow, debido a que las nuevas necesidades postmodernas no niegan las necesidades permanentes del ciudadano moderno. Lo que sucede es que se incorporan nuevas necesidades, basadas en una realidad mixta que involucra el mundo real y el mundo virtual. Estas nuevas necesidades emergen del proceso de creciente cibernetización de las personas, la sociedad y la cultura. En la medida que una mayor cantidad de sujetos, entendidos cibernéticamente como sistemas naturales excesivamente complejos y probabilísticos, se relacionan con otras personas o instituciones utilizando medios automatizados de comunicación, que son sistemas artificiales excesivamente complejos determinísticos, se producen en estas interacciones comunicacionales nuevos complejos tramados de decisiones y de control para el logro de los propósitos. Estos procesos, propios de la postmodernidad, requieren de nuevas competencias y la satisfacción creciente de nuevas necesidades para conformar el perfil bi-dimensional de un ciudadano digital. Sus niveles de complejidad se incrementan desde los sujetos, la cultura local hacia la cultura global.

En el primer nivel de las necesidades individuales, se sitúa la necesidad de contar con una alfabetización digital, que les permita a los sujetos utilizar las TIC de manera eficaz, tanto para acceder a las fuentes de información, como para ser capaces de administrar y representar la información. Estos procesos son vinculantes con el desarrollo y la gestión de los talentos individuales que contribuyen a la conformación de la identidad colectiva. Las formas de aprendizaje se modifican porque aparece la necesidad del aprendizaje autorregulado y autónomo, que desborda los límites de tiempo y espacio de las instituciones educativas clásicas modernas. La identidad bi-dimensional de estos ciudadanos digitales, plantea la necesidad de desarrollar una visión holística y ecléctica de la realidad. La necesidad holística radica en que el ciudadano digital necesita integrar los elementos del mundo real de las cosas (realidad tangible) con el mundo de las ideas (realidad inmanente) y los elementos propios del ciberespacio (realidad virtual). Además, debe ser capaz de desarrollar una capacidad ecléctica, al verse enfrentado a la necesidad de identificar y decidir acerca de los componentes reales, ideales y virtuales que mejor contribuyen en la definición de su identidad bi-dimensjonal como sujeto, en la conformación de su singularidad cultural, como integrante de una agrupación humana específica, y en determinar las características positivas y éticas de sus transferencias de conocimiento a la cultura a escala humana.

El segundo nivel de las necesidades singulares, se refiere a las dinámicas propias que se producen entre los sujetos, entendidos como agentes culturales y a la conformación de la identidad de la agrupación humana a la que pertenece. La necesidad más notable es de carácter epistemológico, ya que el ciudadano digital, para poder desempeñarse eficientemente en las Smart Human Cities, necesita superar la frontera existente entre la Administración de Información y la Gestión del Conocimiento. La capacidad de crear constructos intelectuales y/o prácticos y de hacerlos transferibles, requiere de la necesidad de mediar sus aprendizajes y conocimientos a través de alguna expresión abstracta del lenguaje. Al lograrlo podrá ser un ciudadano dimensionado a nivel de su cultura singular, siendo un agente generador de conocimiento que influye positivamente en los procesos de endoculturación, es decir, en la reafirmación de la cultura local, que es la identidad del grupo humano al que pertenece. La ciudadanía digital emerge desde las ciudades inteligentes, por medio de la gestión del conocimiento de sus agentes culturales locales, quienes son capaces de vincularse con otras agrupaciones humanas.


El tercer nivel de las necesidades globales, se basa en la inclusión digital. Sólo es posible ser un ciudadano del mundo si se tienen las competencias tecnológicas y el acceso a la tecnología para comunicarse. Se crea la necesidad de adaptación a los contextos mixtos reales+virtuales. Esto demanda la necesidad de re-pensar lo conocido, porque las categorías de la modernidad han sido trastocadas. A las cuatro categorías de la modernidad largo+ancho+alto+tiempo cronológico hay que agregarle la virtualidad, que es la quinta categoría de la postmodernidad. El ciudadano digital ya no sólo se dimensiona a nivel de la realidad objetiva sino que incorpora la realidad virtual, lo que lo obliga a re-pensar sus categorías de pensamiento. Esta es una necesidad absolutamente nueva, propia de la postmodernidad, que se está trasformando gradualmente en un patrón cultural. Asociado a esto emerge la necesidad de transferencia del conocimiento. La singularidad cultural de los grupos humanos es interpelada por las nuevas dinámicas de la cultura a escala humana. La epistemología singular, situada locamente, se extrapola a una epistemología virtual, que es conformada por todos los ciudadanos digitales que pueden participar activamente en la cultura global, porque han ido satisfaciendo gradualmente sus necesidades digitales básicas a nivel de los sujetos; han gestionado su propia cultura mediada por las tecnologías y, lo más inédito, comienzan a experimentar procesos intensos de endoculturación, transculturación y aculturación.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me preocupa que la pirámide invertida no contemple que el sexo es una necesidad social, vaya evidentemente si no fuera así no existiría la civilización, pero si esta especificada así, ¿es que oculta algún tipo de conocimiento acerca de las tendencias sexuales de la nueva era?, si es así, es un futuro bastante oscuro ya que parece ser que el distanciamiento digital tiene como intención castrar la capacidad de expresar sexualidad como originalmente estamos programados biológicamente a actuar, por lo cual quiere decir que el ser humano cree que ha trascendido completamente la necesidad de la progenie.