Cuando niño, tenía 5 años, y sucedió el terremoto del año 60.
Mi papá era el Alcalde del Pueblo (Penco, Chile) y decidió que la familia permanecía en la casa, a tres cuadras del mar, porque su deber era estar al lado de la gente, controlándola y orientándola.
No habían sistemas de detección de tsunamis (el concepto ni siquiera existía, se las llamaba maremotos). No existían los sofisticados sistemas de comunicación actuales (los que sin energía paralizan el funcionamiento de las organizaciones humanas).
Sólo estaba disponible el sentido común y el instinto de supervivencia. Se coordinaron y destinaron vigías al borde de la playa. Si la sirena de los bomberos sonaba insistente las gentes debían huir hacia los cerros que rodean el pueblo.
Sonó la sirena y las gentes, con razón, corrieron despavoridas. Los vi corriendo hacia mi, ya que estaba parado en el centro de la calle, mis piernas casi se doblaron, porque flaqueaba de miedo y me quedé esperando en la casa donde me habían instruido que permaneciera. El pasillo se movía con la sensación de estar navegando en un gran barco, luego, en la mañana, había peces muertos y espuma de mar fuera de mi casa, a tres cuadras de la playa. Nos habíamos salvado, casi todo el pueblo se había salvado. Todos se saludaban y ayudaban solidarios. Daban gracias porque estaban vivos.
Ahora, hemos vivido un terremo y tsunami mucho más dantesco. El país progresa y está bastante tecnologizado. Irrumpe la catástrofe en la oscuridad de la noche y el pavor se apodera de las gentes, de los perros y de las cosas que se debaten entre movimientos, ruidos y la destrucción.
Trascurrido ya el primer momento del estruendor interminable, la experiencia me enseñaba que luego vendrían las réplicas, cada vez aminoradas. Las gentes comenzarían a reconocerse y a saludarse solidarias.
Llevamos cinco días de réplicas que son casi terremotos, tres tsunamis que se sucedieron entre la ineptitud de las autoridades que se culpan recíprocamente de las causas por no dar la alarma oportunamente. Las tecnologías no sirvieron (no porque fueran malas o ineficaces, sino que porque los hombres no supieron utilizarlas eficazmente para tomar decisiones adecuadas y oportunas).
Durante los primeros días, las hordas de delincuentes desalmados hicieron pillaje en los supermercados, asaltaron gasolineras e incendiaron tiendas. Robaron todo: alimentos, papas fritas, electrodomésticos, piernas enteras de animales que estaban en las carnicerías, hasta las cajas registradoras de los negocios se llevaron. En la primera noche los vecinos temieron por sus familias y sus cosas. Nos organizamos en Comités de Autodefensa (fui el encarg

ado de uno de ellos). Cerramos los accesos, definimos claves (santos y señas), nos coordinamos apostando un bombero con radio en cada piquete. El cura oficio de enlace ante las policias y los militares. Llevamos tres noches vigilantes, entre gritos, silvidos utilizados habitualmente por los delincuentes y algunos disparos. En uno de los piquetes sorprendieron a dos delicuentes entrando a casa abandonadas. Fueron detenidos por los vecinos, los golpearon y entregaron a la policía. La segunda noche, en la cancha del cura la policia sorprendió a otro.
(fotografía tomada por Angélica, mi señora, la segunda noche de la catástrofe)Mientras transcurrían las horas de vigilia, en la oscuridad de la noche, sólo alumbrada por el destello de la fogata, pensé: estamos involucionando culturalmente, hemos retrocedido a los tiempos de las hordas primitivas, quienes con palos y hachas se defendían de los animales...la diferencia era que estábamos defendiendonos de otras personas, de nuestros temores y angustias, de nuestras inseguridades...anoche se decretó el Estado de Sitio...recordé los tiempos ignominiosos de la pérdida de los derechos, los tiempos de la marginalidad económica, social y política, pero, entendí que era otra forma de expersión del poder lento del Estado para recuperar el orden...ahora, ya nos sentamos en las veredas a conversar con los vecinos, sin palos en las manos, algunos fuman y especulan que no habrán más falsas alarmas y que las réplicas dejarán de debatirse existencialmente entre ajustes de las placas tectónicas y nuevos bravíos de la tierra que se niega a aquietarse.
Ayer, se reconectó la energía eléctrica y recuperé las insospechadas posibilidades del ciberespacio. Conversamos Gonzalo mi hijo, la Patty su mujer y con el tatán nuestro nieto (a quien le comenté que, al igual que el, había vivido un terremoto cuando niño, como para compartir experiencias propias y aquietar su espíritu sintiéndonos cómplices en la adversidad), hablamos con mi hija (que vive en USA) y la vimos junto a su marido (por Skype, lloramos juntos con mi yerno americano), contactamos a nuestros amigos de otras ciudades del país, con mis profesores de España. Que útiles son las tecnologías: cuando funcionan y son bien utilizadas...!!!
Hoy , en la mañana, nos organizamos para ir a buscar agua a una vertiente. Ya tenemos algo para concinar y lavarnos. Mientras comíamos, con Angélica, sobrevino una nueva réplica. Hice bromas, porque en los últimos días, cada vez que me propongo comer, ir al baño o me estoy cambiando ropa, irrumpe un temblor que se supone es réplica, pero termina siendo un nuevo cuasi-terremoto. Como estoy en altura, frente al mar en Penco, advierto que irrumpen frenéticos los automóviles, con sus bocinas insistentes, suben los microbuses y las gentes corren y gritan. Alarma de nuevo tsunami.
Mis padres y mi hermana con su familia, viven juntos, en otras casas, pero en el mismo lugar de mis recuerdos cuando niño, a tres cuadras del mar y junto al río, insistieron en que lo peor había pasado y que permancerían en sus hogares. Acordamos que ante cualquier emergencia correrían hacia los altos y les encontaría camino a mi casa. Les busqué y no llegaron...las gentes corrían despavoridas...un sujeto descontrolado atropelló a una señora que intentaba ayudar a su hijito y la dejó malherida de un brazo...mis padres y mi hermana y su familia no llegaron...
Era falsa alarma...
Ahora mi madre cocina algo y mi padre lee en mi casa. Mi hermana supongo que aceptará subir si se sucede una nueva alarma (me es imposible ir a buscarla, no logro ser un salmón cansado que nada contra la corriente de almas y artefactos que corren despavoridos por las calles). Espero que reaccione y, aunque la alarma sea falsa, tome la decisión correcta y pueda correr para encontrarla donde concertamos encontrarnos para acogerla en mi casa que domina la vista del mar amenzante).
Llevo cinco días debatiéndome entre la furia de la naturaleza que esta enojada ante tanta irresponsabilidad humana.
He conocido lo mejor de los hombres y mujeres que logran ser solidarios ayudándose en la adversidad.
He conocido lo peor de la natualeza humana, incapaz de controlar sus pasiones, atrapados en la avidez de las cosas necesarias o innecesarias.
Una nueva fuerte réplica mientras escribo. La verdad ya no distingo entre réplicas y terremotos. Y se supone que tengo cultura sísmica, he vivido terremotos desde los 5 años.
ReflexionoLa principal consecuencia en el tiempo no serán las casas y cosas destruidas y los muertos. Las cosas se recuperan y todos tarde o temprano moriremos.La principal consecuencia es que estaremos profundamente orgullosos de ser chilenos y, simultáneamente, tendremos una gran pena y verguenza de serlo. Penco, Chile, 18:59 hrs., después de la falsa alarma de tsunami