CSC21
(12.07.2016)
LA MIRADA PERDIDA
Eran los tiempos
de la marginalidad social económica y política eran los tiempos de la ignominia
y del miedo
Cuando era difícil
sobrevivir porque podías desaparecer y más aún era difícil estudiar siendo
resistente
Debido a que se le
atravesó la historia y fue expulsado de las aulas después de siete años sin
estudiar había insistido en retomar sus estudios universitarios
Para subsistir se
fue los veranos como poder comprador de cereales a la ciudad de los ancestros mapuches
en las laderas y estribaciones de la Cordillera de Nahuelbuta
Por encargo de sus
mandantes arrendó la bodega abandonada que estaba en la estación de trenes
El escribía por
las tardes con su blanca y pequeña máquina de escribir marca brother
Lo hacía sentado
en una silla de mimbres medio recostado en contra de la gruesa pared de adobes
sosteniendo su pequeña máquina en sus piernas
Extraña e incómoda
manera de escribir a máquina quizás como presagio de los laptops que vendrían
Había tiempo para
escribir porque el pueblo era pequeño y en verano las compras que eran posibles
se reducían a lo que quedaba rezagado en los campos de los productores
minoristas de granos
El escribía para
llenar su soledad y porque quería inventar una nueva poesía hermética y existencialista
Escribía su libro
de poesías que denominó Ataraxia en un Acto Inconcluso y el Encanto de los
Sueños y sobre el cual siempre estuvo muy orgulloso
Nunca lo publicó
al perderlo entre cajones de tomates y bolsas de basura en los que se trasladaron
los cachivaches menores en el traslado de casa ya hace veinticinco años
Fue una pérdida que
le impactó el alma pero quedaron reverberando en su mente las vivencias de ese
libro perdido
Mientras escribía
una tarde calurosa que era ablandada por una leve brisa fresca sintió que le
miraban desde lejos
Observó la cima
verde de pastizales y árboles que estaban al frente de la bodega un poco más
allá de los rieles y no logró ver a nadie
Le preguntó al
hijo del Jefe de Estación que oficiaba de ayudante si veía a alguien entre las
cabañas y pequeñas casas marginales que trepaban entre los árboles
Nadie veía a nadie
pero el sentía una mirada furtiva que lo invadía y de manera enigmática le
impedía continuar escribiendo
La tarde siguiente
fue lo mismo dificultando escribir sus versos atolondrados
La mirada comenzaba a ser una obsesión cotidiana
Transcurrieron los
largos días de ese verano quieto e inmóvil que llegó a ser como un bálsamo
tranquilo alejado de todas las amenazas
Como la mirada
perdida persistía insistente y perturbadora sin dejarse ver un día cualquiera se
escondió tras la puerta de madera para escudriñar entre las rendijas
Y ahí estaban esos
ojos negros profundos y penetrantes ocultos tras la vieja batea de madera en la
cual ella lavaba sus ropas sin tenderlas nunca para que se orearan
Sólo se veían sus
ojos apanterados y misteriosamente penetrantes
La imaginó como
una princesa ancestral engalanada en ritos tribales danzando entre fuegos
purificadores
La creyó una
bandolera cabalgando entre las lianas y los nothofagus de la selva valdiviana
empoderada en sus territorios atávicos
La pensó como una
amante furtiva escabulléndose en una lluviosa noche para dormir con su amado al
lado de una cascada que cae eternamente cubriendo sus amores locos
También la
presintió sin entender por qué con una gran pena
La temporada de
compras de cereales terminó los despachos finalizaron los vagones cargados de
granos emigraron y la bodega se cerró
El último día al
despedirse del ayudante no resistió la tentación y le preguntó
Conoces la niña
mapuche que lava ropas tras la batea de madera
Sabes me intriga
no haber podido conocerla no haber conversado con ella ni siquiera conocí su
rostro sólo sentí su mirada
Él se mantuvo
inerte y mudo sin serlo
Al abandonar la
faena me propuse resolver algún día el misterio
Pasaron los años y
de manera fortuita al encontrar en el mercado de abastos a uno de los mapuches
que vendía sus cereales a menor escala le recordé la bodega de compras y le
pregunté si sabía de la niña de la batea de madera en la estación de trenes
Le expliqué que
habiendo transcurrido el tiempo me intrigaba lo intenso de esa mirada que
permaneció latente hasta siempre
Es la loca del
tren me dijo la que se tiró despechada por el huinca que la dejó y le regaló
sus piernas
Por primera vez
comprendía que la fuerza del amor de las pasiones y del odio estaban todas
juntas en la mirada de quienes sufren el resto de sus vidas
Que las miradas
son la reverberación del alma.
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