CC3 (15.02.2016)
ERA EL DOCTOR
Salud y fuerza
cósmica vociferaba como una arenga de guerra cada vez que brindaba bebiendo su
copa hasta el fondo y volcándola para demostrar que no quedaba gota alguna del
vinillo de cantina que bebía con los vecinos diariamente
Él era el único
que bebía sin pagar no porque no quisiera hacerlo sino porque era patrimonio de
todos el sustentar sus gustos etílicos
Era la forma en
que las solteronas las separadas las casquivanas e incluso las viudas se
encargaban de suministrar los recursos para que el bebiera libremente
Él y sólo él podía
ingresar en las tinieblas de invierno a la población de los delincuentes para
curar las heridas de arma blanca atender las parturientas y recetar bocanadas
de humo en los oídos para los injuriosos nocturnos
Él era el único
que orinaba el piano del lupanar rodeado de sus prostitutas preferidas sin que
la Madame Rosa lo increpara
En realidad no
tenía putas preferidas las atendía a todas previniendo sus males con yerbas
misteriosas y pócimas alegres evitando sus vientres y salvando sus vaginas
Aunque era de
formación estrictamente alópata su vocación era innovadora y alternativa
Tan rupturista fue
que se comentaba su riña abierta a voces y golpes con el catedrático que
discrepaba de sus creencias y que terminó expulsándolo de la Facultad
centenaria
Entonces desde
siempre deambuló por los callejones visitando a las madres los dolientes las
viudas los delincuentes y las putas
Era el curandero
el machi el hechicero el medicastro el sanador de los miserables los marginados
los tristes y los vapuleados
Hasta que un
malogrado día los irreverentes sin códigos los impertinentes sin límites
irrumpieron en su sucucho para robarle lo último del alma que le quedaba
rompiendo con su tesoro valioso el que todos lo amaban
Desde ese día se
marchitó vulnerable
Nunca supe que día
murió ni cuánto duró desde ese deleznable día de invierno
Las mujeres del
pueblo perdieron sus consejos milenarios
Los bandidos se
desangraron
Las prostitutas se
preñaron
El piano orinado
se secó hasta el remate de los últimos trastes de la casa de la Madame Rosa que
murió tan pronto como queriendo seguirlo
Dicen los que
saben que deambula por el cielo atendiendo a ángeles y querubines y bebe
copones de vino maduro hasta volcarlos sin gota alguna.
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