25 de febrero de 2016

CUENTO CORTO 7: EL ENTIERRO

CC7 (25.02.2016)
EL ENTIERRO

Contaba la abuelita Tati que cuando joven cruzaba la plaza del pueblo caminaba sin rumbo para perderse entre ruidos de doblones que caían sonando a sus espaldas y que ella juraba eran de oro

Se sentía intensamente mareada con una sensación nauseabunda y desorientada el mundo giraba a su alrededor y en su mirada perdida y desorbitada se desataba la leyenda sin que ni siquiera ella lo supiera

Cuando me pregunté por qué le llamaban Tati descubrí que era un diminutivo que venía de Estatira la princesa persa hija del rey Darío a la que llamaban igual que su madre y que desposó a Alejandro Magno simbolizando el deseo de unión entre persas y macedónicos

La abuelita Tati nunca supo de la importancia histórica de su nombre ya que no fue a la escuela pero sabía de mitos y leyendas que contaba mientras sentada en su inmensa humanidad se lavaba los pies con agua caliente y afrechillo porque les quedaban limpios suaves y transparentes

Siempre supo que existían cuatro esquinas equidistantes de la pileta central pero se perdía sin poder salir especialmente cuando era el crepúsculo y continuaba escuchando el sonido del metal

Ella rezaba insistente sus padres nuestros y ave marías hasta que con los ojos cerrados no sabía cómo lo lograba pero nos aseguraba que al final salía

La prueba era que nos contaba luego esos cuentos de tesoros que nos quería regalar como su ingenua promesa de amor a sus nietos que no eran

Entonces se pasó la vida refugiada en su casa criando hijos ajenos y a los hijos de los hijos ajenos que fuimos nosotros

Ella nunca se casó ni tuvo hijos ni nietos y fue la abuela más querida que nos protegía alimentaba y acompañaba dócilmente y nos contaba mitos y leyendas de duendes sirenas piratas y campesinos

Y nos contaba esos cuentos de aventuras acerca de tesoros ocultos que se corrían bajo la tierra y que enloquecían a quienes los buscaban envilecidos

El abuelo Isauro se había tomado tan en serio el cuento de la plaza y los doblones de oro que comenzó a cavar zanjas en el patio de su casa buscando el entierro que según la leyenda se corría de sitio en sitio

Nada era tan descabellado considerando que mi tatarabuelo había desembarcado en la bahía como el pirata que venía a conquistar desde Bilbao en esos tiempos de la colonia y de la formación de los pueblos

Él se adentró por los campos de Cañihueco hasta Primer Agua y Agua Amarilla seduciendo princesas mapuches dejando el resultado de sus amores en familias paralelas que comparten apellidos pero que no nos reconocemos

Hasta que el diablo le mostró su colmillo de oro cuando cabalgaba hacia la cacería una negra y abrumadora noche de invierno

Su caballo cabalgó despavorido sin destino hasta que resopló su último vapor de aliento y entonces el tatarabuelo sepultó el tesoro donde el diablo perdió el poncho

La creencia popular corrió a raudales entre los azarosos los codiciosos y los aventureros y todos cavaron zanjas en sus patios para robar el entierro

Las zanjas se tapaban solas en las noches cayendo piedras enormes en los hoyos con ruidos estruendosos porque se corría el entierro

Dicen las madres incluyendo la mía que aún se pierden en la plaza en las tardes crepusculares escuchando doblones de oro que caen con sonidos metálicos en sus espaldas

Y se pierden las esquinas y los rumbos se angustian hasta que logran salir sin ningún doblón de oro

Nunca nadie ha encontrado el tesoro del bucanero.



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